Con la venta de millones de dosis de vacunas, Pekín le está dando un impulso a su industria farmacéutica y al mismo tiempo, señalan los analistas, profundizando su influencia en América Latina y el Caribe. Es lo que se ha tildado como la «diplomacia covid», la venta y donación de mascarillas, respiradores, equipos de protección y vacunas a otros países en medio de la urgente necesidad global de enfrentar la crisis sanitaria.
En la medida que la producción fue expandiéndose, esa práctica avanzó rápidamente durante 2021 en la región, incluso con miras a generar acuerdos para co-producir vacunas con varios países. En lo económico, además, el volumen de comercio bilateral entre China y Latinoamérica continuó aumentando, con proyecciones que apuntan a que este año alcanzaría un nivel récord de US$400.000 millones, según Pekín.
Las inversiones comprometidas antes de la pandemia en proyectos de infraestructura y energía mantienen su curso, como también el avance en las negociaciones comerciales tecnológicas (como es el caso de la tecnología 5G en Brasil) y los préstamos que durante años China le ha ofrecido a países con muy baja calificación de crédito, como Argentina y Venezuela.
Por otro lado, la situación abrió la puerta a nuevos acercamientos políticos, como con Nicaragua, que rompió relaciones diplomáticas con Taiwán para restablecerlas con Pekín. La pandemia «ha sido muy importante para China porque le proporcionó una nueva vía para ampliar su participación en la región», le dice a BBC Mundo Pepe Zhang, director asociado y miembro del Centro para América Latina Adrienne Arsht del centro de estudios Atlantic Council, en EE.UU.
La «diplomacia covid»
También conocida como la «diplomacia de las mascarillas o la diplomacia de las vacunas», la donación y venta de productos para enfrentar la pandemia en su momento más crítico hizo que China se convirtiera en un actor relevante para Latinoamérica en medio de la crisis sanitaria.
Mientras Europa y, más tardíamente, Estados Unidos, trataban de conseguir respiradores, equipos de protección, oxígeno, mascarillas y lo que fuera necesario para salvar la vida de sus habitantes ante la veloz expansión del covid-19, China, donde se produjo el brote inicial, reaccionó antes a la tragedia y comenzó a producir a toda velocidad los insumos médicos que todo el mundo estaba requiriendo.
Pekín aplicó duras medidas de control y aislamiento contra el virus y apenas logró poner las cosas bajo control dentro de su territorio, se posicionó como una especie de carta de salvación para los países más desesperados que no conseguían productos médicos en los primeros meses de 2020.
Uno de los primeros países en recibir ayuda fue Venezuela a mediados de marzo. Pronto siguieron otras naciones como Bolivia, Ecuador, Argentina, y en paralelo a las donaciones, comenzaron las compras por parte de los países latinoamericanos que tenían los recursos económicos disponibles, pero no encontraban el vendedor.
«Queremos agradecer a la República Popular de China la prontitud con la que se ha atendido este planteamiento de México», destacó el canciller Marcelo Ebrard en medio de la escasez de equipos protectores contra la covid-19 y la batalla internacional por hacerse con ellos.
Según Enrique Dussel, coordinador del Centro de Estudios China-México de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinador de la Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China (Red ALC-China), el gobierno de Andrés Manuel López Obrador lanzó en aquel momento «una solicitud de auxilio».
«El único país que respondió en forma rápida fue China», dice en conversación con BBC Mundo. En ese sentido, Dussel opina que la idea de la diplomacia del covid por parte de China es una crítica que viene desde Washington hacia la política exterior de su rival.
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