Un mundo más desigual es el legado inmediato de la pandemia. La brecha entre ricos y pobres siguió creciendo entre 2019 y 2021, cuando la Covid-19 impuso un abrupto paréntesis a la etapa de crecimiento que vivía la economía global. En la cúspide de la pirámide, un reducido y selecto club de multimillonarios –el 0,001% de la población– vio cómo sus fortunas crecían un 14%. En una amplísima base, 100 millones de personas más se veían abocadas a la extrema pobreza. Según un macroestudio elaborado por el World Inequality Lab, en los últimos dos años se ha producido una aceleración del proceso de concentración de las rentas y la riqueza que arrancó en la década de los ochenta. “Observamos un mundo todavía más polarizado: la covid ha amplificado el fenómeno del ascenso de los multimillonarios y ha dejado más pobreza”, afirma Lucas Chancel, que ha liderado la investigación.
El prestigioso laboratorio de ideas francés, pone negro sobre blanco otro año más en el proceso de desigualdad de rentas y riqueza, que se agudizó a raíz de la oleada de políticas desreguladoras y privatizadoras de los años ochenta. Ese fue el comienzo. En las dos últimas décadas, la distancia entre los ingresos del trabajo y el capital que percibe el 10% más rico de la población y el 50% más pobre se ha duplicado. Y la concentración de la riqueza ha llegado a una cuota “extrema”, puesto que el 10% más poderoso posee ya tres cuartas partes de todo el patrimonio mundial. El coronavirus no ha truncado esa tendencia. Más bien al contrario: ha acelerado ese proceso hasta llegar a una suerte de nueva belle époque para las élites de todo el mundo, puesto que la desigualdad entre los de arriba y los de abajo nunca había sido tan grande desde comienzos del siglo XX. “No se observa que el proceso iniciado a comienzos de los ochenta haya cambiado hasta ahora. Más bien se mantiene esa tendencia y lo que cabe esperar es que se haya acentuado, en particular en 2020”, sostiene el World Inequality Lab.
La globalización se presentó como una oportunidad para recortar las desigualdades entre países. Y en realidad, lo fue: ascendieron nuevas potencias como China, India o Brasil. Pero las desigualdades dentro de las naciones siguieron ensanchándose: la cúspide de la pirámide de todos los países sigue nadando en la abundancia. “En el capitalismo moderno, el grupo de ingresos de un individuo (si pertenece al 50% de abajo o al 1% de arriba) importa más que su nacionalidad para determinar los niveles de desigualdad global”, apunta el informe. Los 517 millones de ciudadanos que están entre el 10% más rico captan el 52% de los 86 billones de euros que se reparten en rentas y el 76% del enorme pastel de 510 billones que constituye la riqueza mundial. A su vez, la mitad de la población sigue lidiando con la escasez. Y buena parte de ellos, con la pobreza. El 50% de los habitantes adultos del planeta (2.500 millones de personas) solo es capaz de captar el 8% de las rentas y apenas el 2% de la riqueza. El informe constata, además, una regla: cuanto más rico es un ciudadano, más crece su riqueza. Desde los años noventa, el 0,01% más rico vio cómo crecía un 5% cada año; el 0,001%, un 5,9%, y el 0,00001%, un 8,1%. “Una cosa es segura: si las tasas de desigualdad de las últimas décadas siguen en el futuro, entonces la desigualdad global continuará incrementándose hasta alcanzar niveles enormes”, añade el estudio.
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