De verano a otoño no solo ha cambiado la estación, también lo ha hecho, ligeramente, el sentimiento económico. La idea de que España experimentará este año y el que viene un fuerte crecimiento sigue siendo válida, pero el horizonte figura menos despejado. Funcas, el servicio de estudios de las antiguas cajas de ahorro, identifica dos factores esenciales para ser algo menos optimistas: uno de origen puramente estadístico y otro, más preocupante, de ámbito global.
El primero, la mayúscula sorpresa del Instituto Nacional de Estadística (INE) el mes pasado, cuando redujo del 2,8% al 1,1% el avance del PIB en el segundo trimestre, ha trastocado de un plumazo meses de predicciones. El segundo, la explosiva mezcla de precios al alza de la energía y crisis de suministro que vive el planeta, se notará, según Funcas, tanto como el frenazo auspiciado por el INE: las fábricas de automóviles no pueden trabajar a pleno rendimiento por la falta de chips, y el colapso de los puertos y la falta de contenedores está provocando retrasos a los que la actividad no será inmune. Eso se traduce ya en encarecimientos generalizados agravados por el alza de la luz y problemas en sectores como la construcción, donde ya se están parando obras por la carencia de metales como el acero y el aluminio. Por todo esto, Funcas ha reducido este miércoles sus previsiones para España: del 6,3% que calculaba en julio pasan al 5,1%, y sube levemente las de 2022, del 5,8% al 6%. El Gobierno, en cambio, es mucho más optimista, y espera un crecimiento del 6,5% este año y del 7% el siguiente.
El escenario dibujado por los analistas de la entidad se parece mucho a un quiero y no puedo. Así lo ha explicado este miércoles Raymond Torres, director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas: “Las empresas tienen buenas expectativas, su cartera de pedidos está en niveles elevados. Pero esa cartera de pedidos no la pueden realizar por la falta de suministros. Cuando se analiza la encuesta PMI desde junio, el índice de pedidos no realizados está en niveles máximos de la serie que arranca en 1998”.
Las subidas de precios por la escalada de la energía y los problemas de oferta golpearán la demanda interna, cuya aportación se reduce en seis décimas en medio del estancamiento de la renta disponible de los hogares, con menos recursos para consumir. En las empresas, el aumento de los costes de producción moderará la inversión. Solo se salvan el consumo público, que refleja los mayores gastos de las Administraciones en personal, y el tirón del sector exterior, debido a que el buen comportamiento de las exportaciones compensará la pérdida de vigor de la economía mundial.
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